La Carne, La Fe, El Espíritu y El Evangelio

El entendimiento de Pablo sobre el Evangelio del Mesías en el libro de los Romanos

Romanos Capítulo 1

Por medio de Cristo, Dios nos ha dado a nosotros, como apóstoles, el privilegio y la autoridad de anunciar por todas partes a los gentiles lo que Dios ha hecho por ellos, a fin de que crean en él y lo obedezcan, lo cual dará gloria a su nombre.

Romanos 1:5 • Nueva Traducción Viviente (NTV)

Yeshúa inició una revolución, una revolución de fe, una revolución que comenzó con los judíos, pero que en el siglo I fue traída a nosotros, los gentiles, quienes hemos sido injertados en la nación de Yahweh, la nación que nació de Su amor a través de Abraham, un pacto hecho con Abraham, Isaac y Jacob.

En su carta a los Romanos, Pablo se presenta como uno de los apóstoles; y no solo como apóstol, sino como apóstol a los gentiles (no judíos).

Me resulta muy interesante cómo Pablo introduce su carta. Verás, durante muchos siglos se nos ha enseñado que Pablo era reacio a enseñar la Torá, y que Hechos 15 fue el inicio de un nuevo pacto sin ley. Pero ni Hechos 15 —el relato del Concilio de Jerusalén— ni Pablo enseñaron tal cosa. Y es muy claro que Pablo sigue la ordenanza del concilio de predicar el Evangelio a los gentiles sin imponer la Torá de inmediato, sino gradualmente. Con amor y discipulado a los nuevos creyentes hasta que se alcanzara una comprensión plena de la Torá.

a fin de que crean en él y lo obedezcan

¿Por qué las doctrinas de hoy siempre apuntan a: “No tienes que hacer nada”, cuando es exactamente lo opuesto a lo que estipula toda la narrativa de la Biblia? Sí, no podemos hacer nada para ganar nuestra salvación cuando estamos envueltos en nuestra naturaleza pecaminosa; desde ese punto de vista, no hay nada que podamos hacer. Desde nuestra perspectiva caída, creemos estar haciendo lo correcto, pero estamos cegados por el pecado.

La salvación a través de la Biblia puede explicarse de esta manera: Un hombre que se está ahogando no puede, por su propio poder, rescatarse a sí mismo. Sus sentidos están nublados por la respuesta de lucha o huida. En algún momento, por más que este hombre luche contra las aguas, las aguas prevalecerán. Este hombre necesita un salvador, alguien fuera de sí mismo—ya sea un salvavidas o un objeto flotante al que pueda aferrarse. Supongamos que el hombre es rescatado. ¿Eso acaso garantiza que no volverá a encontrarse en la misma situación? Por supuesto que nó. A menos que esa persona reciba entrenamiento para mantenerse a flote—en otras palabras, que aprenda a nadar.

Yeshúa hizo esto por nosotros, tomando nuestro lugar. Él se lanzó al caos del pecado, semejante a las aguas al principio de los tiempos, y nos empujó con seguridad hacia la orilla, hacia el fundamento sólido, la tierra firme. Resucitó de entre los muertos como confirmación de una deuda pagada en su totalidad, como el Sumo Sacerdote que sale del Lugar Santísimo. Y no solo eso, sino que también nos dio el Espíritu Santo para enseñarnos cómo mantenernos a flote. Y si caemos nuevamente en las aguas del pecado, podamos nadar de regreso a la orilla.

Pero si intencionalmente nadamos demasiado profundo en el pecado otra vez, no hay Salvador que vendrá a rescatarnos. Yeshúa se lanzó al pecado por nosotros una vez y para siempre, dándonos Su Espíritu para permanecer en el fundamento firme. Esto es lo que el autor de Hebreos se refiere en el capítulo 6

4 Pues es imposible lograr que vuelvan a arrepentirse los que una vez fueron iluminados -aquellos que experimentaron las cosas buenas del cielo y fueron partícipes del Espíritu Santo, 5 que saborearon la bondad de la palabra de Dios y el poder del mundo venidero- 6 y que luego se alejan de Dios. Es imposible lograr que esas personas vuelvan a arrepentirse; al rechazar al Hijo de Dios, ellos mismos lo clavan otra vez en la cruz y lo exponen a la vergüenza pública.

Hebreos 6:4-6 • Nueva Traducción Viviente (NTV)

Y esto también nos lo dejó claro Yeshúa mismo en el Evangelio de Mateo, capítulo 7, versículos 21 al 24, cuando dijo:

21 “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, e hicimos muchos milagros?’ 23 Entonces les declararé: ‘¡Jamás los conocí! ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!’ Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica será como un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca.”

Mateo 7:21-23 • Reina Valera 1960 (RVR1960)

Como puedes ver, ninguna de esas escrituras se refiere a una persona que necesita salvación; estas personas ya han sido iluminadas y han gustado del don celestial de la salvación. Son individuos que han caminado en el discipulado, que han comenzado a ministrar a otros, han expulsado demonios, profetizado e incluso hecho milagros, y que en algún momento se apartaron de una vida de obediencia a la Palabra de Yahweh. A esto es a lo que los apóstoles constantemente se refieren como iniquidad (lawlessness), que significa “sin ley”, o dicho de forma simple: un fuera de la ley.

Verás, una vez que hemos sido liberados de todos nuestros pecados, también somos liberados de la esclavitud del pecado. Es decir, ya no somos ignorantes de lo que es el pecado. Es cierto que, por un tiempo, podemos volver a Yahweh en arrepentimiento, alejándonos de nuestro comportamiento pecaminoso, y Yahweh nos recibirá. Pero la Escritura deja claro que hay un punto sin retorno. Lea Mateo 25:1-13. Puedes jugar con la gracia de la salvación, siempre necesitando un Salvador—y Yahweh te ama tanto que te buscará—, pero el día del juicio vendrá, en un abrir y cerrar de ojos, y el pecado será castigado (Apocalipsis 20:12-15), solo los que vencen habitarán con Yahweh y con el Hijo.

12 Esto significa que el pueblo de Dios tiene que soportar la persecución con paciencia, obedeciendo sus mandamientos y manteniendo la fe en Jesús.
13 Y oí una voz del cielo que decía:
«Escribe lo siguiente: benditos son los que de ahora en adelante mueran en el Señor.
El Espíritu dice: "Sí, ellos son en verdad benditos, porque descansarán de su arduo trabajo, ¡pues sus buenas acciones los siguen!"».

Apocalipsis 14:12-13 • Nueva Traducción Viviente (NTV)

Entonces, ¿cómo permanecemos en el terreno firme de la gracia?

Y ahí, mi amigo, es donde la epístola a los Romanos llega como una bendición para nuestras vidas.

La Biblia en su totalidad es una pieza literaria asombrosa, inspirada por el mismo Yahweh, pero hay rollos o libros que son muy especiales para nosotros. Para mí, esos libros son el Rollo de Isaías y la Epístola a los Romanos.

Ambos representan para mí un resumen rápido de toda la Biblia. Por supuesto, ahora mi familia y yo estamos enamorándonos de la Torá, los Profetas y los Escritos, ya que nos hemos perdido de tanto durante muchos años. Pero me desvío del tema. Pablo… la Epístola a los Romanos… ¡cierto!

Primero, debemos entender que la carta a los Romanos es una obra literaria perenne, con una sabiduría profunda que habla a nuestros corazones de forma entrañable, porque fue escrita precisamente para nosotros, las naciones. Y como en la mayoría de las epístolas de Pablo, la carta comienza con saludos iniciales, una salutación, una breve actualización sobre el ministerio de Pablo y una oración por el lector. Lo cual es de suma importancia leer y meditar, porque es un testimonio para nosotros del corazón de Pablo hacia su ministerio y del propósito de su llamado.

Luego, entra directamente en el primer tema de la epístola a los Romanos.

¿De dónde proviene nuestra fe?

La declaración de fe que encontramos en el primer capítulo del libro de Romanos es sumamente alentadora. Verás, cuando esto fue escrito, había una gran tensión política entre los poderes dominantes de la época: el Imperio Romano, las escuelas de pensamiento en Jerusalén, y luego un nuevo movimiento “desconocido”, mayormente referido como “El Camino”, que en su esencia desafiaba las tradiciones y culturas establecidas.

Por un lado, estaba el dominio político del Imperio Romano, que imponía la adoración de falsos dioses y de gobernantes humanos como autoridades divinas; y por otro lado, el establecimiento religioso de tradiciones basadas en suposiciones e interpretaciones. Pero entonces surge un nuevo movimiento que introduce al verdadero Dios Altísimo, un Elohim que está por encima de todo poder humano y de cualquier otra deidad (representadas por el Imperio Romano), y por encima de las tradiciones humanas (representadas por las suposiciones y normas impuestas por los líderes del Sanedrín).

Pablo nos recuerda que no debemos avergonzarnos por creer en Yahweh y en la obra que Él ha hecho a través de Yeshúa el Mesías. Que pongamos la mirada en la meta, en la fe que adquirimos al conocerlo, al recordar lo que Él ha hecho en el pasado. Todas las promesas que hizo y cumplió a lo largo de la historia. Especialmente la promesa hecha a Abraham, Isaac y Jacob, trayendo bendición a nosotros los gentiles por medio del poder redentor del Mashíaj Ben Yosef (el Mesías Hijo de José), Yeshúa, el siervo sufriente, que entregó Su vida para la salvación de muchos.

Contrario a lo que muchos líderes religiosos predican hoy, no tenemos una fe ciega. Nuestra fe está basada en el conocimiento de un Elohim viviente. El Elohim que sostiene a Israel es el mismo que nos dio a Yeshúa, el judío mesiánico que trajo la bendición de la salvación a nosotros, los gentiles.

La fe de los no creyentes está condicionada a señales y prodigios. Pero para el incrédulo que no discierne el significado de las señales dejadas por el Creador de todo—quien declara la gloria de Yahweh—, no habrá excusa que justifique su ignorancia selectiva.

Esto debería responder a la famosa pregunta que muchos hacen hoy, tratando de implicar que Yahweh es injusto: “¿Qué hará Dios con las personas que nunca oyeron de Yeshúa?”. Yahweh se ha revelado a todos, ya sea por medio de la Palabra de Verdad (la Torá, los Profetas, los Escritos y los Evangelios), o a través de las maravillas de la naturaleza (Salmo 19:1). Nadie tendrá excusa en el día del juicio.

Lamentablemente, muchos hoy confunden el entendimiento de cómo funciona la creación como base para dudar de la existencia de su Creador. La ciencia puede explicar los mecanismos y procesos, pero no puede explicar el origen. Saber cómo funciona un motor no refuta la existencia del ingeniero. Y sin embargo, esta es la lógica defectuosa que a menudo se usa para rechazar a Dios: como si descubrir el diseño, y cómo fue diseñado, de alguna manera borrara al Diseñador. La verdad es que, cuanto más descubrimos sobre la complejidad del universo, más apunta—no lejos de Dios—sino directamente hacia Él.

Sabemos que Yahweh es el Creador, el gran Diseñador de todas las cosas. En lo profundo de nuestros corazones sabemos que esto es verdad, y aun así lo rechazamos selectivamente por una razón muy simple: nos encanta ceder a nuestras pasiones. Como si estuviéramos constantemente bombardeados por cada medio que miramos, diciéndonos: “Sigue tu corazón”, “Sigue tus sueños”, “Tu cuerpo, tu decisión”, o “Elohim te aceptará tal como eres, no necesitas cambiar”. Esta última probablemente sea la más engañosa de todas, porque se predica desde muchos púlpitos alrededor del mundo. Pero eso no fue lo que Yeshúa dijo a aquellos a quienes ministró:

7 Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.8 E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. 9 Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. 10 Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? 11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

Juan 8: 7-11 • Reina Valera 1960 (RVR1960)

La razón principal por la que Yeshúa vino y murió por nosotros fue para hacernos libres del dominio del pecado. Él no vino para darnos un pase libre para pecar, ni para que cedamos a nuestras pasiones y deseos corrompidos. Verás, en la tradición bíblica judía se reconoce que no estamos sin pecado, incluso cuando estos han sido cubiertos por la sangre del cordero en la Pascua. Aun así, es importante señalar que, durante la festividad de otoño de Yom Kippur (el Día de la Expiación), el Sumo Sacerdote debía sacrificar un becerro por los pecados no intencionales de toda la nación de Israel.

Esta idea de que ya no somos pecadores es una interpretación falsa del Evangelio. La interpretación correcta es esta: somos DECLARADOS sin pecado por la sangre de nuestro Cordero de Redención, Yeshúa el Mesías. Pero aún vivimos en un mundo corrompido, lleno de caos y muerte, y debemos elegir vivir conforme a las leyes del Reino de Yahweh, bajo la guía de Yeshúa, o sucumbir a los deseos de nuestra carne. Por eso debemos guardarnos de caer en la trampa de jactarnos de nuestra salvación, porque nuestros corazones siempre están siendo tentados a rendirse ante las pasiones de nuestra carne pecaminosa.

Nuestra carne es engañosa. Mientras estemos en este entorno de pecado, estamos en un estado constante de prueba respecto al estado de nuestra fe. Somos arrastrados por las corrientes del Sheol, una tormenta de caos y muerte, y lo único que nos mantiene a flote es el navío de la Redención de Yeshúa, nuestro Cordero de Pascua, que no solo nos cubre del justo juicio de Yahweh, sino que también nos impide hundirnos nuevamente en nuestros deseos pecaminosos.

Fuimos hechos ajenos a esta naturaleza pecaminosa, ya no pertenecemos a los poderes del aire, como mencionamos anteriormente, y aun así se nos recuerda constantemente que permanezcamos en el navío de Yeshúa. Que no nos dejemos distraer por nuestros deseos y anhelos. Hemos sido injertados en el pacto que Yahweh hizo con Abraham, y ya no necesitamos toros, cabras ni corderos para la expiación de nuestros pecados. En cambio, la sangre de nuestro Cordero de Pascua nos cubre y nos da acceso a Su Redención, el navío. Se nos ha ordenado permanecer en Él.

¿Cómo permanecer en Yeshúa?

Dejemos que la Biblia se interprete por sí misma ¿Qué crees?

Permanecemos en Yeshúa viviendo bajo la guía del Padre, el Altísimo Yahweh, quien dio Sus instrucciones desde el principio, y las reveló nuevamente a Noé, y a Abraham, Isaac y Jacob, luego a Moisés en el monte Sinaí. Con cada nuevo pacto establecido por Yahweh con la humanidad, el llamado siempre ha sido el mismo: “Vuélvete a mí, obedece mis instrucciones y sígueme. Si haces esto, te irá bien en la tierra que te doy” —parafraseando, por supuesto.

Esto no ha cambiado en el llamado “Nuevo Pacto”, que en realidad debería llamarse “El Pacto del Cordero de Dios”. Este pacto no trae un nuevo conjunto de reglas desde cero. La verdad es que las instrucciones dadas por Yeshúa no son nuevas, sino la misma Torá dada a Moisés, pero desde una nueva—o mejor dicho—la perspectiva correcta. Eliminando las tradiciones y malas interpretaciones de los hombres.

Es como reiniciar una computadora. ¿Te has dado cuenta de que muchos problemas de tu computadora se resuelven simplemente reiniciándola? Bueno, lo mismo necesita ocurrir con la humanidad, y es el mismo concepto: necesitamos ser reiniciados, para que cualquier archivo o proceso corrupto pueda ser restaurado a su diseño original. Y un gran reinicio—un pacto—necesita ocurrir hoy con la nación de Yahweh: un reinicio que elimine todas las tradiciones que los evangélicos, ortodoxos, judíos y mesiánicos han añadido al código de las Escrituras. Necesitamos un reinicio que nos devuelva a la programación original de Yahweh.

¿Por qué necesitamos un reinicio como nación de Yahweh?

La dirección que están tomando muchos de nuestros líderes religiosos hoy causa división, amargura y enojo. No es diferente a los días en que Yeshúa caminaba por las calles de Yerushalayim (Jerusalén). Nuestros líderes actuales promueven la división, niegan la autoridad de Yeshúa, reescriben la Palabra de Yahweh para ajustarla a agendas políticas y a las pasiones de nuestros deseos. Ya no vemos diferencia entre la llamada “Iglesia” y el mundo ahogado en pecado.

Cuando nosotros, como creyentes, decidimos negar la autoridad de Yahweh creando nuestras propias reglas, dejamos de ser creyentes. Estamos mordiendo nuevamente el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Estamos regresando al Sheol, no al Sinaí, y mucho menos al Jardín del Edén, que es finalmente donde Yahweh desea que regresemos: a la tierra que Él preparó para nosotros en el quinto día de la Creación.

En cambio, estamos caminando hacia el valle de sombra de muerte, hacia el Sheol, de regreso al lugar sin forma, lleno de oscuridad y muerte, sin compasión ni misericordia. Estamos siendo entregados a un velo de confusión, como la nación política actual de Israel, porque no reconocieron el tiempo de su visitación (Lucas 19:44).

Nosotros, las naciones, los gentiles, no estamos exentos de esto. Pero para nosotros es aún peor, porque si Yeshúa—quien nos invitó e injertó—no ve el fruto del Espíritu en nosotros, corremos el riesgo de ser desechados y volver a ser “no pueblo” y “no nación”.

El pacto que Él hizo con nosotros fue hecho con muchas condiciones. La primera fue: seguir creyendo. La salvación siempre está accesible… pero me estoy desviando del tema. Ampliaremos este tema más adelante en esta epístola a los Romanos, capítulo 11. Y por supuesto, esto no lo escucharás desde un púlpito moderno, porque estamos tratando de complacer a las masas, de agradar a las agendas políticas, comprometiendo la eficacia del Evangelio. La verdad es que la Biblia es clara:

16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. 19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20 Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. 21 Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.”

Juan 3:16-21 • Reina Valera 1960 (RVR1960)

A menudo compartimos Juan 3:16 de forma aislada, pero incluso allí es claro que hay condiciones en el nuevo pacto. Debemos creerle a Yahweh. O creemos todo lo que Él dice, o no creemos nada. No hay punto medio.

Nuestro corazón de piedra no quiere seguir órdenes. No confiamos en la Palabra incorruptible, exhalada por Yahweh. Nos encanta añadirle o quitarle. Pero solo aquellos que verdaderamente creen son los que están ligados al Reino de Dios.

Conclusión

El primer capítulo de la Epístola a los Romanos, escrita por Pablo, establece el tono para el resto de la carta. Así como la Biblia comienza con un estado de creación desordenado y vacío, Pablo también nos introduce al caos de nuestra naturaleza pecaminosa. No somos nada sin el Mesías, así como Israel no es nada sin el pacto de Yahweh. Ninguno de nosotros—quienes estamos destinados a ser una sola nación bajo Yahweh—tiene algo bueno que ofrecer a este mundo en caos sin Su guía.

Yeshúa es nuestra única fuente de salvación, el único camino hacia el Padre de todas las cosas. Separados de Él, no podemos hacer nada. Volvamos al Camino de Yahweh, sigamos Su dirección. No guiamos al Maestro; es el Maestro quien nos guía a nosotros.

Mantente atento para la continuación: Romanos capítulo 2 — El Juicio de Dios.


Si nunca habías escuchado esto y deseas saber más, solo envíame un mensaje a questions@returntosinai.org, pero si deseas aceptar a Yeshúa, primero como tu Señor y luego como tu Salvador, por favor repite en voz alta la siguiente declaración de fe:

“Yo, (di tu nombre en voz alta), soy un pecador. Reconozco que he vivido mi vida alejado del Creador. Te necesito como mi Padre, para que me guíes y me muestres el camino. Creo que Tú me amas, y que por amor a mí enviaste a Tu único Hijo, Yeshúa, para pagar por todas mis transgresiones, como mi Cordero de Pascua. Y como prueba de que Su obra de redención por mi pecado fue cumplida, Yeshúa resucitó de entre los muertos para darme una vida nueva. Quiero la vida que Tú, Yahweh, ofreces a través de Tu Hijo Yeshúa. Gracias, y por favor, úngeme con Tu Espíritu Santo, quita de mí el corazón de piedra y dame un corazón que quiera seguirte y obedecer todo lo que me mandas hacer.”

Si hiciste este compromiso, contáctame usando el formulario en la página de contacto. Déjame saber desde dónde me escribes y una forma de comunicarme contigo. Me comprometo a buscar una comunidad de fe cercana a ti, que no solo te enseñe sobre Yeshúa, sino que también te guíe hacia la plena observancia de la Torá.

Y si eres un creyente, o solías serlo, y te has desviado—intencionalmente o no—declara la misma confesión, y haz lo mismo: contáctame. Quiero orar por ti.


Que Yahweh te bendiga y te guarde. Que Yahweh haga resplandecer Su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia. Que Yahweh alce Su rostro sobre ti y te conceda paz.

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